miércoles, 21 de noviembre de 2018

La primavera de los patriotas

Con la llegada de septiembre los ánimos tienden a cambiar. Los mayores nos ponemos alegres, mal que mal… pasamos agosto. Los más jóvenes se complacen porque ven, en este periodo, feriados, aguinaldos, circos, paradas y ramadas… Septiembre esta marcado por la primavera y por las muchas cosas que como país nos han ocurrido en esta época del año.

Por eso es que, sin caer en chovinismos, siento un moderado optimismo ante la situación política de nuestro atribulado país. Abrigo la esperanza de que septiembre y la primavera nos generen un “rebrote” de las energías positivas.

Es cierto, el país está funcionando por inercia: el apoyo al gobierno no supera el 15%, con lo cual la ciudadanía advierte que vamos a la deriva; los políticos están absolutamente desprestigiados y los partidos fraccionados por la falta de voluntad política y de entereza para cimentar iniciativas que vayan más allá del provecho de “pandillas políticas”. A pesar de todo, atisbo que algo puede pasar para que nos vuelva a gobernar la razón, la inteligencia, la estatura, la generosidad, el sentido común y los intereses de la ciudadanía.

¿Será que la primavera es una oportunidad propicia para remozarse y para movilizar voluntades? Puede ser, pero más creo que las circunstancias que vive el país, donde no hay dos diagnósticos (no conozco a nadie que diga que vamos por buen camino), piden a gritos, acciones novedosas, creativas, positivas, que no sean meros contubernios que en definitiva no cambian nada. Me resisto a la apatía: creo que llegó la hora de la acción.

Indiscutiblemente, no hay soluciones mágicas, ni liderazgos mesiánicos. El camino es otro, debemos constituir redes que, al igual que pequeños arroyos, confluyan entre todos en un “gran torrente ciudadano” capaz de cambiar el curso de los hechos. Tenemos importantes oportunidades en el horizonte. Dos elecciones, una de carácter local, en las que debemos hacer sentir en ese primer nivel el efecto de este “zumbido de descontento” para que quienes nos han dado vuelta la espalda… sientan el costo de su traición.

La segunda oportunidad serán las elecciones parlamentarias y presidenciales, y ese es el momento en el que las redes deben alcanzar su máxima intensidad… Será entonces cuando los “fastidiados partisanos”, constituidos en tramas independientes, no partidistas, y en un tejido ciudadano sin personalismos, podamos hacer valer los principios y valores de la libertad, la verdadera democracia, el libre emprendimiento, el respeto al orden, a la autoridad y a la pluralidad.

Vivimos momentos cruciales, ¡primaverales!, y por eso esta es la oportunidad para que, sin intereses personales, nos unamos en infinitas pequeñas redes que luchen por las soluciones verdaderas a los problemas que afectan a nuestra sociedad. No se necesitan nombres, firmas, fichas ni militancias, solo es necesario tener valores y principios que reconozcan que en las opciones sordas y soberbias de hoy no está la solución ni la respuesta a nuestras contrariedades.

Estas “primaverales redes de patriotas” deben ser la nueva fuerza política nacional, única acción sensata que, nutrida desde la base, se constituya en una histórica y democrática “primavera de los patriotas”, insuperable camino ante tanto engaño, tanto oscurantismo, tanta incoherencia y tanta confabulación de aquellos que tuvieron en sus manos la posibilidad de hacer crecer al país.

Cristián Labbé Galilea.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Incidente del islote Snipe




En mayo de 1958 se produjo un incidente que casi provocó la guerra con los argentinos y que, después de lo ocurrido en 1978, viene a ser anecdótico.
En la entrada del canal Beagle existe un islote habitado por una familia chilena, el Snipe. 
El 1 de mayo de 1958 la Armada de Chile instaló allí un faro, porque el islote representa un peligro para la navegación. Siete días más tarde, la FACH, en un reconocimiento de rutina, detectó su desaparición y que en su remplazo, en la parte más alta del islote, había una estructura tipo mecano de unos cinco metros de altura, indudablemente instalada por los argentinos.
La respuesta de nuestra marina no se hizo esperar: despachó desde Punta Arenas al patrullero Lientur, reforzado con tres infantes de marina y armamento, con la misión de desarmar la torre y desalojar a los argentinos "a toda costa, a balazos si era necesario".
En la madrugada del 11 de mayo, el Lientur arribó al islote y no encontró ni rastro de los argentinos. El faro destruido estaba a unos cuatro metros de profundidad. La tripulación procedió a quitar la estructura argentina y siguió a Puerto Williams. Dos días más tarde, el comandante del Lientur solicitó autorización para ir a recuperar el faro destruido, acción por demás temeraria, porque en Ushuaia se encontraban tres fragatas argentinas que podrían zarpar en cualquier momento y encontrarse con el Lientur.
El 14 de mayo el Lientur fue autorizado para rescatar el faro. Estaba en plena faena cuando aparecen las tres fragatas argentinas y se detuvieron apuntando sus cañones al patrullero. El Lientur no tenía ninguna posibilidad si las enfrentaba, de modo que el comandante ordenó continuar tranquilamente con la operación. Cuando terminó, hizo sonar tres pitazos para ordenar retirada y -¡sorpresa!- los argentinos respondieron también con tres pitazos. Al parecer, pensaron que el Lientur estaba saludando y respondieron el saludo. Después se supo que el comodoro que estaba a cargo de las fragatas trató de pedir instrucciones y no encontró a ningún superior, y que muchas horas después le llegaron las órdenes de hundir al patrullero chileno.
Pero el asunto continuó. 
El 8 de Junio, el Lientur reinstaló el faro, respondiendo la armada argentina el 9 de agosto con su destrucción mediante cuatro cañonazos del destructor San Juan y desembarcando infantería de marina. El presidente de Chile, don Carlos Ibáñez, ordenó el zarpe inmediato de la escuadra "en pie de guerra" para desalojar "a toda costa" a los argentinos del Snipe. Cuando llegaron las naves con los infantes de marina al Snipe, los argentinos habían desaparecido no sin antes comerse las ovejas del único poblador chileno.
En Santiago, el busto de Sarmiento que se encontraba frente a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile fue a parar al fondo del Mapocho, como ocurría siempre que había problemas con Argentina.
Es de mencionar que varios oficiales subalternos que participaron en estos incidentes, en 1978 tuvieron la delicada misión de preparar y comandar la Escuadra para enfrentar a los argentinos si la guerra se iniciaba.